Son bien conocidos diversos episodios de la Segunda Guerra Mundial tales como el desembarco de Normandía, los campos de concentración, etc. pero la Guerra dio pie a muchos episodios más, algunos terriblemente monstruosos y poco conocidos. A continuación queremos explicaros uno de estos capítulos de la historia, la terrible destrucción y el consecuente genocidio de inocentes en Dresden.
Un 13 de febrero de 1945, en horas de la noche, un implacable bombardeo destruyó la ciudad de Dresden, Alemania, capital del antiguo reino de Sajonia.
Ochocientos bombarderos Lancaster británicos y canadienses atacaron el casco antiguo de la ciudad que quedó calcinado a causa del posterior incendio. A la 1.30 del 14 se produjo el segundo ataque. Los barrios residenciales de la ciudad eran en esta ocasión el objetivo de las bombas en su mayoría incendiarias (de kerosene). Fue tal la concentración y el tonelaje del bombardeo que la temperatura en el centro de Dresden superó los mil grados centígrados y las aguas del río Elba que atraviesa la ciudad “hirvieron” durante varios días.
El tercer y último bombardeo llegó al mediodía del 14. En él participaron también aviones norteamericanos. En total los aliados arrojaron sobre Dresden en menos de 14 horas de bombardeo un total de 3.300 toneladas de explosivos y bombas incendiarias. El viejo castillo de Dresden fue totalmente demolido. También fueron dañadas las iglesias de Santa Sofía y de la Santa Cruz de lo siglos XIV y XV, y el teatro de la Ópera construido por el famoso arquitecto Gottfried Semper (1803-1879). La antes bella urbe, poéticamente llamada la “Florencia del Elba” se convirtió en pocas horas en un caótico montón de escombros, hierros retorcidos y cadáveres de civiles indefensos. En diversas partes de la urbe se encontraban restos humanos derretidos, convertidos en gelatina debido a la acción de las bombas de kerosene que calcinaron prácticamente el centro urbano.
La cifra de muertos fue minimizada por los aliados que afirmaron que “sólo sesenta mil personas” habían perecido. Investigaciones posteriores demostraron que en realidad habían sucumbido casi medio millón de seres humanos. El terrible bombardeo había sido decidido por el primer ministro británico Sir Winston Churchill (1874-1965). Para 1945 Dresden tenía una población de casi 600.000 habitantes. Pero a la hora del bombardeo albergaba alrededor de un millón doscientos mil seres humanos, debido a la llegada de numerosos refugiados alemanes de la Prusia oriental que había sido ocupada por el ejército soviético. Dresden no representaba ningún valor estratégico, y en el momento del ataque la mayoría de sus defensas antiaéreas había sido desmantelada. Aunque la decisión de Churchill se trató de avalar con la justificación de que era necesario apresurar el final de la guerra (argumento similar al esgrimido por el presidente Harry S. Truman que ordenó el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki a principios de agosto del mismo año), los hombres y mujeres de conciencia consideraron que se trataba de una acción injustificada y cruel, de un crimen de guerra idéntico a los cometidos por los nazis. Véase A. McKee “Dresden 1945: The Devil’s Tenderbox”.
La historia de la destrucción de Dresden es poco conocida. En cambio, el séptimo arte nos brindado centenares de filmes que hablan de los tremendos e interminables bombardeos sobre Londres durante la Segunda Guerra Mundial. Eso sí, siempre se olvidan de mencionar los datos y las estadísticas. La ciudad a orillas del Támesis sólo sufrió bombardeos importantes entre 1940 y 1941 y el total de londinenses muertos durante toda la guerra fue inferior a los veintiún mil. Entre 1940-1945, el Tercer Reich descargó sobre Inglaterra 83.400 toneladas de explosivos. Los aliados, en el mismo período, descargaron sobre Alemania un millón trescientas cincuenta mil toneladas de bombas. Las bombas norteamericanas sobre Hiroshima y Nagasaki causaron cerca de medio millón de muertos, en su gran mayoría civiles. Los artefactos nucleares eran armas no convencionales y, en consecuencia, prohibidas por la Convención de Ginebra de 1925. Pero ni Churchill (por el caso de Dresden) ni Truman (por Hiroshima y Nagasaki) serían juzgados por crímenes de guerra. Los vencedores no se autojuzgan, en todo caso se autoelogian y se autopremian. Un vencedor siempre tiene razón. Eso no significa que el perdedor tenga razón ni tampoco que no la tenga. Depende quién es quién. Los nazis no la tuvieron y los aliados tampoco. El mundo fue injusto antes, durante y después de Hitler. El juego siempre consistió y consiste en quién se queda con el poder y no en otra cosa, como por ejemplo, en que todos los seres humanos sean libres, iguales y hermanos. La frase parece una utopía, pero es lo único digno por lo que vale la pena desvelarse.
Lo peor de estos casos es que su acción justificaba una hipotetica finalización de la guerra, pero con un loco como hitler que la vida humana le importaba bien poco ¿quien penso que sería efectiva?, estaba claro que el furher estaba acabado y que la muerte de esta ciudad queria dar la sensación de que lo proximo era Berlin y levantar a los contrarios a este personaje.
ResponderEliminarResultado...pues gente seguramente inocente muertos. Las guerras son una mierda y llevamos milenios sin aprender.
saludos
http://dalecalor.blogspot.com