sábado, 6 de octubre de 2012

Combustión Espontánea Humana

Se utiliza el término combustión espontánea humana para describir los casos de incineración de personas vivas sin una fuente externa de ignición aparente. Aunque existen multitud de teorías sobre la combustión espontánea, la posición mayoritaria es de escepticismo sobre la propia existencia del fenómeno.

Los defensores de la existencia de este fenómeno contabilizan alrededor de 200 casos desde el siglo XVII. Sin embargo, en la mayoría de los casos apenas hubo una investigación sobre las circunstancias que lo rodearon, y muchos de ellos se basan en testimonios de segunda o tercera mano y se carece de datos tan básicos como el nombre de la víctima o la fecha del incidente.
Los defensores de la existencia del fenómeno, han discrepado durante años sobre la posible causa del fenómeno, recientemente algunos han propuesto como razón más probable de su ocurrencia el inicio de un fuego no-espontáneo con efecto mecha.

El primer caso registrado se fecha en 1725 y va asociado al nombre de Nicole Millet. En un principio, se le imputó al marido la responsabilidad del suceso. Sin embargo, la audaz defensa se basó en una hipótesis acaso no tan fantasiosa: la mujer había ardido de suyo, convirtiéndose en pira humana sin motivo conocido.

Las pruebas se basaban en un detalle asaz curioso: ni la silla donde se encontraba ni el suelo en derredor mostraban signos de que se hubiese producido un incendio, según narró años después Jonas Dupont, quien recogió el caso en su De Incendiis Corporis Humani Spontaneis (1763).
Con esta obra, Dupont puso el dedo sobre la llaga, mejor dicho sobre la ceniza, popularizando un fenómeno tan raro que al principio, por fuerza, tenía que confundirse con una especie de fuego divino y castigo sobrenatural.
Pero los presuntos casos de combustión humana espontánea no se quedaron ahí. De hecho, el siglo XX es fértil en tales. Por ejemplo, el 2 de Julio de 1951, en St. Petersburg, Florida, los restos de la sexagenaria Mardy Hardy Reeser fueron descubiertos por su casera. De la señora Reeser quedaban apenas el cráneo miniaturizado, un par de vértebras y el pie izquierdo. Lo demás, cenizas. Asimismo, las paredes estaban como barnizadas por una especie de sustancia aceitosa y grasienta.

En 1964, Helen Cornway, otra anciana de un pueblo de Pennsylvania, se unió a la lista, lo mismo que, en 1966, el doctor John Bentley, de 92 años de edad, uno de cuyos pies fue hallado en el baño de su casa rodeado de ceniza. Lo sorprendente también en este caso es que el incendio apenas hubiese afectado al resto del cuarto, circunscribiéndose a un contorno preciso y delimitado. Uno de los últimos episodios, en fin, sucedió en Gales, en 1980. La víctima se llamaba Henry Thomas, de72 años. Se encontraron los dos pies y trozos del cráneo.
En la mayoría de las muertes, la explicación oficial se resumía en incendios involuntarios causados accidentalmente, por ejemplo mediante cigarrillos no apagados correctamente. Que las víctimas fuesen todas de avanzada edad, por consiguiente más sujetas a descuidos y menos capaces de reacción, parecería corroborar la teoría.
Sin embargo hay un grandísimo“pero”: quemar un cuerpo de modo que se vea convertido en ceniza no es tan sencillo. Efectivamente, se necesitan los rigores del mismo infierno para que de los huesos no quede sino carbonilla, temperaturas en todo caso muy superiores a los mil grados centígrados. ¿De qué manera una colilla caída sobre un tejido podría convertirse en semejante deflagración?.
Uno de los principales argumentos utilizados por los defensores de una causa paranormal de la combustión humana espontánea es que el cuerpo humano está compuesto principalmente por agua, por lo que no arde muy bien. Sin embargo, en muchos casos de combustión espontánea, los cuerpos de las víctimas fueron reducidos a cenizas. Para llegar el cuerpo a tal estado se necesitan temperaturas de más de 1.700°C. Incluso en los modernos crematorios, que trabajan con temperaturas de 870-980 °C, los huesos no se consumen completamente y tienen que ser molidos.
Así pues aparecen multitud de factores que transforman este fenómeno en algo realmente extraño e intrigante. En la mayoría de los casos no se cuenta con datos forenses o investigaciones detalladas y, en muchos casos se carece de información tan básica como el nombre de la víctima o la fecha del suceso. En los casos en los que se cuenta con descripciones detalladas y fiables aparecen una serie de elementos comunes:
  1. El fuego suele estar localizado en el cuerpo de la víctima. Los muebles y electrodomésticos cercanos a la víctima suelen quedar intactos. Los alrededores de la víctima sufren poco o ningún daño.
  2. La zona alrededor de la víctima y, a veces el resto de la habitación, se encuentra cubierta de un hollín grasiento.
  3. El cuerpo de la víctima suele quedar mucho más quemado que en un incendio convencional. Las quemaduras, sin embargo, no se distribuyen uniformemente por todo el cuerpo. El torso suele quedar muy gravemente dañado, a veces reducido a cenizas, pero las extremidades de las víctimas a veces quedan intactas o poco dañadas.
  4. Todos los casos ocurren en el interior de edificios.
  5. Casi siempre las víctimas tienen algún problema de movilidad (invalidez, sobrepeso...) o se encuentran incapacitadas (consumo de alcohol, barbitúricos...).
  6. En todos los escenarios hay alguna posible fuente externa de ignición.
  7. Nunca hay testigos oculares del momento del suceso.
  8. Las víctimas son encontradas un largo tiempo después de ser vistas con vida por última vez (típicamente más de 6 horas).
  9. Las victimas, en los casos citados, tienden a ser adultos mayores.

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