Personajes famosos de todo tipo, políticos, científicos, delincuentes o faraones egipcios; posiblemente todos coincidan en un punto en común, que es que ninguno de ellos imaginó en vida que tras su muerte, partes varias de sus cuerpos pulularían por lugares dispares para gozo y contemplación de turistas, investigadores o simples coleccionistas.
La lista es interminable, y dejando de lado las reliquias religiosas, vaya aquí una pequeña muestra de partes de famosos que por motivos diversos fueron separadas de sus cadáveres y que acabaron, como podréis comprobar, de los modos más sorprendentes.
El corazón de Juana de Arco
Aunque fue quemada en la hoguera por los ingleses en Ruán, la leyenda dice que el corazón de Juana sobrevivió milagrosamente entre las cenizas. (Los expertos forenses modernos dicen que en muchos casos el corazón es resistente al fuego debido a su alto contenido en agua.) Los ingleses quemaron el cuerpo dos veces más y después arrojaron las cenizas al Sena, pero han persistido los rumores de que algunos fragmentos se salvaron.
En 1867, un farmacéutico de París descubrió una vasija con restos carbonizados con la etiqueta: “Restos hallados bajo la hoguera de Juana de Arco, virgen de Orleans”. A los patriotas franceses les llenó de alegría.
Pruebas de ADN realizadas en 2007 indicaron que el revoltijo de restos estaba compuesto de carne de una momia egipcia, un trozo de lino y un fémur de gato, obviamente reunidos como parte de un fraude en el siglo XIX, cuando Juana fue reivindicada por los franceses como heroína nacional.
La cabeza de Tomás Moro
Después de su ejecución por orden del rey Enrique VIII por negarse a aceptar su matrimonio con Ana Bolena, le dieron un hervor a la cabeza y la colgaron en la Torre de Londres durante un mes.
Su hija, Margaret Roper, sobornó a un guardián para que le entregara la cabeza cuando se disponía a arrojarla al Támesis. Cuenta la leyenda que la guardó en una “caja de plomo” conservada en especias y que a ella la enterraron con el cráneo entre sus brazos.
En 1987, los arqueólogos abrieron la cripta de la familia Roper en Canterbury y encontraron en un nicho secreto un cráneo al que le faltaba un diente prominente, como le sucedía a sir Tomás. Sin demostrar, pero es creencia generalizada que es auténtico.
La vértebra del rey Carlos I de Inglaterra
Cuando el cuerpo del malhadado rey británico fue exhumado en presencia de dignatarios en 1813, la cuarta vértebra cervical (dañada en la decapitación, en 1649) no se devolvió fortuitamente al ataúd.
El fragmento quedó en posesión de sir Henry Halford, futuro presidente del Real Colegio de Médicos, que lo colocó en una caja forrada de oro y lo dejó a la vista sobre la mesa de su comedor; se rumoreó que también lo usaba como salero.
Los avergonzados herederos de Halford devolvieron el macabro objeto al rey Eduardo VII, que lo reintegró al cadáver real.
La cabeza de Oliver Cromwell
En 1661, tres años después de su muerte, el cadáver embalsamado del dictador puritano Cromwell (que había ordenado la ejecución del rey Carlos I) fue desalojado de la abadía de Westminster, ahorcado y decapitado por monárquicos por regicidio. La cabeza estuvo expuesta en un palo durante veintitrés años, hasta que fue robada por un centinela.
Entró en el mundo del coleccionismo privado de curiosidades; en 1799, el cráneo deteriorado y pintado se exhibía en un espectáculo de fenómenos de feria en Bond Street; fue adquirido en 1814 por Josiah Wildinson; en la década de 1950, su descendiente Horace Wilkinson ensañaba la cabeza a los niños pero se negó a mostrársela a un equipo de la BBC.
Una vez que los científicos dictaminaron la autenticidad del cráneo, el antiguo colegio de Cromwell en Cambridge, Sideny Sussex, aceptó la cabeza en 1960 y la enterró en un lugar secreto.
El dedo de Galileo
En 1737, noventa y cinco años después de la muerte del científico, el admirado italiano Anton Francesco Gori extirpó el dedo corazón al exhumarse el cuerpo de Galileo en Padua para enterrarlo en una gran tumba. El dedo era venerado por “señalar el camino” simbólicamente desde la ignorancia medieval hacia el mundo científico moderno.
En 1841 se exhibió en la Biblioteca de Florencia, y después fue trasladado al museo de ciencias local.
El dedo seco fue aceptado como auténtico; continúa expuesto en una caja de cristal de forma ovoide en el Museo de Historia de la Ciencia de Florencia, rodeado por los instrumentos científicos de Galileo.
La cabeza de Fran Josef Haydn
En plenas guerras napoleónicas, dos días después de su apresurado sepelio en la Viena ocupada, un científico aficionado desenterró el cadáver y robó la cabeza para estudiar el cráneo del genial compositor (para la seudociencia de la frenología en el siglo XIX, la inteligencia estaba relacionada con la forma del cráneo).
El robo se descubrió en 1815, al exhumarse el cadáver para enterrarlo en Eisenstadt. El cráneo fue donado en 1839 a la Academia de Música de Viena; en 1895 se exhibió en el museo de la academia en una caja de cristal colocada encima de un piano.
En 1954, el cráneo se reintegró al cuerpo en una compleja ceremonia religiosa y fue enterrado en la iglesia de Bergkirche, en Eisenstadt.
El corazón de Percy Bysshe Shelley
Cuando el mar devolvió a la costa italiana el cadáver del poeta romántico ahogado, el cuerpo en estado de descomposición fue incinerado por sus amigos en un pira funeraria junto a la playa, evocando a los héroes griegos. Mientras el poeta Byron observaba, el corazón milagrosamente intacto fue sacad de las cenizas por el matón veterano de Trafalgar y escritor, Edward Trelawney.
Después de peleas vergonzosas, el corazón le fue entregado a su desconsolada esposa, Mary (la autora de Frankenstein). Mary guardó el corazón envuelto en seda en un libro de poesía de Shelley, ADonais; durante los treinta años siguientes, se enseñó orgullosamente a las visitas como parte del santuario de Shelley con manuscritos originales y mechones de cabello del poeta.
Heredado por su hijo, sir Percy Shelley, al parecer fue enterrado con él en 1889 en el camposanto de St. Peter, en Bornemouth. (Las cenizas del poeta están en el Cementerio Protestante de Roma.)
Los huesos de los oídos de Beethoven
Los huesos temporales de Ludwig van Beethoven fueron extirpados durante la autopsia en la Universidad de Viena unos días después de su muerte, en un intento de analizar la sordera del compositor. Se vieron por última vez en posesión del ayudante médico Anton Dotter.
En Viena se extendió el rumor de que Dotter se los había vendido a un doctor extranjero. Tras ser exhumado junto con Schubert en 1863 por frenólogos, desaparecieron dos trozos de ocho centímetros del cráneo de Ludwig.
Los huesos de los oídos continúan perdidos, pero los fragmentos del cráneo reaparecieron en 2005 en Danville, California, después de haber sido transmitidos a través de cuatro generaciones de una familia. Tras demostrar las pruebas de ADN su autenticidad, fueron donados a la Universidad Estatal de San José.
Fragmentos del cráneo de Abraham Lincoln
Tras la muerte de Lincoln en la Casa de Huéspedes de Petersen debido a la herida de la cabeza, se desató un frenesí de búsqueda de recuerdos; desaparecieron mechones de cabello del presiente, el cuello manchado de sangre y los puños de la camisa, trozos de una toalla del hotel empapados en su sangre. Los cirujanos se quedaron con fragmentos del cráneo hecho añicos de Lincoln que habían sido extirpados en el tratamiento y la posterior autopsia.
Las reliquias se transmitieron entre los miembros de las familias y pronto fueron buscadas por coleccionistas privados en las subastas.
Fragmentos de cráneo, mechones de cabellos cortados por los cirujanos y puños del traje ensangrentados se siguen exhibiendo hoy en el Museo Nacional de la Salud y la Medicina de Washington. D.C. Se exponen junto con “Restos de John Wilker Booth, asesino”, tejidos tomados de las vértebras durante la autopsia después de la ejecución. El lecho de muerte, una sábana ensangrentada y fragmentos de toallas de Lincoln están expuestos ahora en el Museo de Historia de Chicago.
El “tumor en el maxilar superior izquierdo” de Grover Cleveland
Los médicos que estaban a bordo del yate presidencial eliminaron un tumor canceroso del interior de la boca de Cleveland; la operación se realizó en secreto debido a la tensión nacional causada por la crisis económica.
Una muestra corporal se donó al Museo Mutter del Colegio de Médicos de Filadelfia donde continúa, ahora rodeada de cráneos de delincuentes psicóticos y esqueletos de enanos. Los médicos estudiaron de nuevo la muestra en 1977 y concluyeron que Cleveland padecía un carcinoma verrugoso.
La pierna de Sarah Bernhardt
Tras serle amputada la pierna derecha a la internacionalmente querida actriz francesa, herida en un accidente varios años antes, un circo estadounidense ofreció 10000 dólares por el derecho a exhibir la extremidad en público.
Oferta rechazada; “la divina Sarah” siguió actuando con una pata de palo. En la actualidad la pierna se encuentra en paradero desconocido.
El aliento de Thomas Edison
Su amigo y admirador Henry Ford pidió al hijo de Edison, Charles, que capturase en un tubo de ensayo el último aliento de Thomas en su lecho de muerte; Ford creía que ahí estaba el alma.
A la muerte de Ford, en 1950, se encontró entre sus pertenencias un tubo de ensayo etiquetado, tapado con un corcho y sellado con parafina. El tubo se exhibe actualmente en el Museo Henry Ford de Dearborn, Michigan, dedicado a “objetos” auténticos, relatos y vidas de las tradiciones de ingenio, inventiva e innovación de Estados Unidos.
El cerebro de Einstein
Al parecer en contra de los deseos de Einstein de ser incinerado, el cerebro del genio se extirpó durante la autopsia, siete horas después de su muerte en Princeton, y después lo hizo desaparecer el patólogo Thomas Harvey en un frasco de conserva. Harvey también se llevó los ojos y se los entregó a un amigo, oculista de Einstein.
Harvey fue pronto despedido de la Universidad de Princeton por negarse a entregar los restos de Einstein. Se llevó el cerebro a Wichita, Kansas, y en 1997 cruzó el país desde Princeton hasta California para entregar el cerebro a la nieta de Einstein. El cerebro fue devuelto al Centro Médico Universitario de Princeton, donde se encuentra ahora. Los ojos estuvieron guardados en un cajón del optometrista durante cuarenta años; ahora están en una caja de depósito de seguridad en Nueva York.
El cerebro de John Fitzgerald Kennedy
Entregado a la familia Kennedy después de la autopsia en 1963. En 1968, el Congreso ordenó que se devolviera el cerebro para realizar estudios adicionales, pero la familia Kennedy alegó que había desaparecido (junto a otros objetos importantes).
Obviamente fue incinerado por su hermano Robert para impedir que el cerebro se convirtiera en objeto de la curiosidad pública. Corrieron rumores de que se deshicieron de él para ocultar pruebas sobre el “segundo pistolero”, disparos frontales en Dallas, o para encubrir indicios de sífilis en John Fitzgerald Kennedy.
El falo del faraón Tutankamón
En 1968, exámenes por rayos X efectuados por investigadores de la Universidad de Liverpool indicaron que el pene de Tutankamón no estaba; al parecer, había sido sustraído como recuerdo cuatro decenios antes por un integrante del famoso equipo arqueológico que descubrió la momia en 1922, dirigido por Howard Carter. Las sospechas señalaron a Harry Burton, camarógrafo oficial que se quedó a solas con el cadáver tras haber sido retiradas las capas de tela de la momia en 1922, antes de ser vendada de nuevo para el Museo de Antigüedades de El Cairo.
El misterioso Burton murió en 1940, y sus herederos han guardado silencio. Hay quien sugiere que la profanación fálica fue la causa de la “maldición de la momia” que se cobró la vida de los integrantes del equipo en la década de 1920, incluido Lord Carnarvon.
Zahi Hawass, director del Consejo Supremo de Antigüedades de Egipto, declaró en 2006 que había redescubierto el pene del rey Tutankamón en el sarcófago durante un escáner CAT de la momia. El órgano encogido se había caído en 1968, los escépticos piensan que Hawass solo intenta poner coto a la falta de respeto hacia el icono egipcio.
El prepucio de Jesús
El Niño Jesús fue circuncidado ocho días después de su nacimiento conforme a la tradición judía. Cuando Jesús ascendió al cielo, dicen los cristianos, el prepucio sagrado se quedó aquí; fue transmitido por María Magdalena a san Juan Bautista.
En la Edad Media, ocho ciudades de Europa afirmaron tener en su poder el prepucio divino. La reliquia reconocida oficialmente por el Vaticano, que se guardaba en Roma, fue robada por un soldado en 1557 pero terminó en la población montañosa de Calcata, cincuenta kilómetros al norte, donde estuvo expuesto hasta mediados del siglo XX.
En el siglo XX, el Vaticano se distanció de la insolente reliquia, y el día de la Circuncisión del Señor desapareció del calendario eclesiástico. En 1983, el párroco de Calcata declaró que el prepucio (que tenía guardado en una caja de cartón en su dormitorio) había sido robado. Los teóricos de la conspiración italianos han culpado al Vaticano, a la Mafia, a los neonazis, a los satanistas…
El escroto de William Lanne
Al morir el último varón aborigen de pura sangre de Tasmania, conocido en la zona como Rey Billy, un médico inglés que actuaba en nombre del Real Colegio de Cirujanos robó la bolsa escrotal par utilizarla como petaca y el cráneo para su estudio científico. Después del entierro de Hobart, habitantes de la zona saquearon lo que quedaba de los restos de Billy en la tumba.
El misterioso escroto se transmitió supuestamente en privado entre coleccionistas australianos. Todas las partes de la anatomía del tasmano se han perdido. El esqueleto de la última mujer del grupo Truganini, estuvo expuesto en el Museo de Hobart hasta 1947, y fue enterrado en 1976.
El aparato sexual de Rasputín
El mastodóntico miembro fue cortado del cuerpo del Monje Loco tras su asesinato en 1916 por celosos aristócratas rusos en San Petersburgo; según un rumor, fue descubierto por una doncella del palacio en el lugar del crimen.
Apareció en París cinco años después, venerado como símbolo de la fertilidad por algunas rusas blancas en ceremonias secretas. Fue reclamado por la hija de Rasputín en California hasta su muerte en 1977. Pista escurridiza: un objeto adquirido en una subasta resultó ser un pepino de mar desecado.
En el museo de Arte Erótico de San Petersburgo se exhibe actualmente un órgano de 30 centímetros en un recipiente con formaldehido; su propietario afirma que lo compró a un “coleccionista francés” anónimo por 8000 dólares. Su autenticidad es objeto de serias dudas, ya que descripciones tempranas de la reliquia decían que había sido desecada, no escabechada.
El pene de John Dillinger
Tras su muerte en una emboscada tendida por el FBI a la puerta de un cine de Chicago, las fotografías del cadáver de Dillinger bajo una sábana que aparecieron en la prensa sugerían un órgano de tamaño inusitado. Según la leyenda, J. Edgar Hoover sustrajo el pene y lo guardó en un tarro, y más tarde lo donó a la Institución Smithsonian, de Washington, D. C.
Los manifestantes hippies que en la década de 1960 entraron en la Smithsonian exigiendo ver el órgano de Dillinger fueron recibidos con miradas inexpresivas. Evidentemente, la fotografía de 1934 era un efecto óptico: el brazo de Dillinger, rígido debido al rigor mortis, levantaba la sábana y daba la impresión de un arma monstruosa.
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